sábado, 26 de agosto de 2006

Teniente Crnl. Manuel Moreno

Yo me accidenté el 14 de enero de 1986. Tenía entonces 26 años, y el grado de capitán de ejército. Actualmente soy Teniente Coronel, y llevo 25 años sirviendo en el Ejército.
Pertenezco al arma de ingenieros del ejército. Serví durante cuatro años en la zona central, y después fui destinado al Regimiento de Ingenieros N°6 Azapa, pero mi trabajo lo desempeñaba específicamente en el Regimiento Huamachuco, situado entre el lago Chungará y Putre, en pleno altiplano.
Nuestra labor consistía, entre otras, en la mantención de campos minados, revisar el estado de las alambradas, los letreros etc. y este trabajo era el que me encontraba realizando en la zona general del lago Chungará, más precisamente cerca de Tambo Quemado, cuando sucedió mi accidente. Mi accidente fue en acto de servicio.
Lo que sucedió fue que pisé una mina antipersonal, la que me lesionó el pié, arrancándome parte de él.
En el lugar donde caminábamos se suponía que no debía haber minas, pero hay una serie de circunstancias que hacen que se desplacen, como los aluviones que bajan desde la serranía. Y bueno, simplemente me tocó a mí pisar esa mina que estaba allí fuera de su ubicación original, y me voló parte del pié. La lesión fue fundamentalmente de 2 dedos. No sabría describir la lesión del resto del pié, pero lo claro es que perdí 2 dedos.
. Hay una cosa clara: uno es, aunque sea de baja graduación, un oficial a cargo de su gente, en este caso yo andaba con 12 soldados, que eran mi responsabilidad, y lo lógico es que si ha de suceder un accidente, le suceda a uno, no a su gente, así es que nunca me he cuestionado que me haya sucedido esto.
No perdí la conciencia en ningún momento. Tampoco perdí el liderazgo dentro de mi grupo, de modo que yo mismo dí las órdenes para la evacuación.
No sufrí ningún tipo de conmoción, ni perdí en ningún momento el control de la situación.
Emprendimos camino hacia el Regimiento Huamachuco, que era donde estaba la primera posibilidad de atención pues ahí hay paramédicos y los elementos necesarios. Desde allí deberíamos bajar hasta Arica, que es donde se encuentran las instalaciones hospitalarias.
Tuve la fortuna de encontrarme con un helicóptero nuestro que por las condiciones climáticas del momento debía regresar antes de lo presupuestado a Arica, y por este medio llegué al Hospital Juan Noé de esa ciudad.
Allí me recibieron médicos a los que recuerdo con gratitud, siempre he tenido la intención de buscarlos, para saludarlos y agradecerles por la forma en que me atendieron, pero hasta ahora es algo que tengo pendiente.
Uno de estos médicos tomó la decisión de amputarme los dos tercios distales del pié. Recuerdo que dijo con mucha seguridad:”aquí hay dos dedos perdidos, pero yo voy a hacer la amputación de los dedos restantes, y voy a hacer el corte en el tercio superior del pié”. Seguramente vio que el resto del pié estaba en malas condiciones, y optó por asegurar que me quedara un remanente suficiente para poder caminar. De hecho tengo talón, y apoyo mi extremidad en él sin problema. Así es que admiro mucho la decisión y el conocimiento de este médico. Creo que a veces los médicos ven a sus accidentados como si fueran sus hijos, y tratan de dejarlos en las mejores condiciones posibles para enfrentar el futuro.
Estuve solamente 3 días en Arica, y posteriormente fui trasladado a Santiago al Hospital Militar, donde me atendió un cirujano plástico de quien también estoy muy agradecido. En esos días era tiempo de vacaciones, había cambios de turnos, muchos se iban, pero este médico me dijo: “yo me voy a hacer cargo de tu caso, y vamos a cubrir este muñón con piel”. Mi muñón no tenía piel, pero el trabajó para cubrirlo y lo logró de muy buena forma.
En relación con limitaciones físicas derivadas de mi lesión, yo nunca dejé de practicar las actividades que antes realizaba. Por ejemplo, yo era seleccionado de basketball y atleta de alto rendimiento, de nivel sudamericano. Solamente tuve que reducir el nivel de mis prácticas deportivas, desde una categoría de deportista sudamericano a un nivel local. Pero en la actualidad yo corro los 10.000 metros y no tengo ningún problema en ganarle a cualquiera, y lo hago. Juego basketball, ya no a nivel nacional, pero sí a nivel comunal, local, y he participado en muchos campeonatos.
En el aspecto laboral, no tengo ningún tipo de limitación, de hecho volví a trabajar en lo mismo que hacía antes en el ejército.
Jurídicamente, mi accidente sucedió en acto de servicio, por lo tanto en estos casos lo que se aplica es una reducción en el tiempo necesario para acogerse a retiro, entonces se abonan años de servicio, pero eso es todo. Lo que a mi me interesa es efectuar mi trabajo en las mejores condiciones, y a través de él adoptar las medidas necesarias para lograr la máxima seguridad para otras personas, y desarrollar mi vida con mi esposa y mis dos hijas de manera normal.
Yo he encarado esto de tal modo que mis hijas saben lo que tengo pero nunca me han visto limitado por ello. Yo nado, hago mis deportes, mi trabajo, normalmente.
Para mí hay algo muy claro: la recuperación depende única y exclusivamente de uno mismo.
Mi madre, por ejemplo, sólo sabe que yo sufrí una lesión, pero no sabe con precisión cuál, pues yo nunca se la he mostrado, para no afectarla, para no causarle a ella ningún dolor.
Actualmente trabajo en el Instituto Geográfico Militar, donde tratamos de elaborar cartografía que reduzca al mínimo los riesgos para las personas. Donde hay minas sembradas por la institución, nos preocupamos de tener todo debidamente delimitado y señalizado, y cumplir con los trabajos de desminado de acuerdo a los tratados internacionales.
En la actualidad, soy el único militar en servicio activo que ha sido lesionado por una mina.

N.del E.
-. Felicitamos al coronel Moreno por su gran entereza, valentía e indomable espíritu de lucha. Por sobre todo, nos alegramos profunda y verdaderamente de que su lesión no haya sido mayor. Pero no debe el lector perder de vista dos hechos fundamentales:
1. La lesión que él sufrió, fue afortunadamente de magnitud mucho menor a las sufridas por otras personas dañadas por minas o proyectiles. No es dable esperar que alguien que ha perdido ambas manos o ambas piernas enfoquen la vida de la misma manera, aunque ello pueda ser deseable.
2. Su visión corresponde a la de un soldado profesional, que lleva incorporado en la esencia de su ser mismo, el aceptar que las lesiones o muerte que pueda sufrir durante el desarrollo de su trabajo no son más que parte de su deber. Esto está asumido en la mentalidad de un soldado profesional, y no podría ser de otra manera, dada la naturaleza de su profesión. Constituye un rasgo de entereza y valentía necesarias a un buen combatiente, de lo que el coronel Moreno ha dado amplia muestra.
Pero creemos que no es posible extrapolar ese mismo enfoque a un civil, máxime si es un niño o adolescente, que no ha tenido jamás la intención de participar en actos propios de la preparación para la guerra.
-La zona descrita como escenario del accidente, se encuentra en la frontera de Chile con Bolivia.
-No concordamos con la posición manifestada por el señor Coronel en el sentido de que todas las zonas de riesgo se encuentran bien delimitadas. Por diversas razones, hay zonas en que la demarcación es inapropiada o inexistente. Ello es un hecho irrebatible, demostrado en múltiples ocasiones por nosotros.
- No compartimos, basándonos en nuestra experiencia, que la recuperación de estas lesiones dependa única y exclusivamente del lesionado. Ello está sujeto a la magnitud de la lesión, a su repercusión funcional, a su impacto psíquico, al apoyo familiar, y, cosa que el país jamás ha encarado, al apoyo comunitario manifestado a través de los organismos de asistencia estatal.

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