sábado, 26 de agosto de 2006

Mensaje S.S. Dalai Lama

Mensaje de Su Santidad
Tenzin Gyatso
Dalai Lama

Como seres humanos, somos todos miembros de una gran familia, compartiendo juntos este planeta. También vivimos experiencias similares. Cuando tú me sonríes, yo me siento feliz y cuando alguien te sonríe a ti, tú te sientes feliz. Esto es porque todos tenemos la misma naturaleza humana.

Creo que como seres humanos, cada uno de nosotros tiene el derecho a ser feliz y vivir en una sociedad en paz. Porque nuestro futuro como seres humanos está enlazado, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de contribuir asegurando la felicidad de la humanidad, creando un mundo más pacífico.

El camino principal hacia la paz en el mundo se encuentra en nuestra paz interna. Primero, los individuos deben desarrollar la paz en sus propias mentes y esto eventualmente afectará como él o ella se relaciona con su familia y con la sociedad. Es así como el público puede en última instancia influenciar el liderazgo de la sociedad. Mientras la ira y el odio destruyen nuestra paz interior, las herramientas para combatir son la compasión, el perdón, el sentido de hermandad, la conformidad y la autodisciplina. La paz puede desarrollarse fortaleciendo la práctica de estas buenas cualidades internas.

Mientras el “desarme interno” es fundamental, el desarme externo es igualmente importante. En los tiempos que vivimos, el poder de la tecnología creada por nuestra sofisticada inteligencia nos ha dotado de una enorme capacidad de destrucción. Tenemos que pensar seriamente en poner fin a esta carrera armamentista, ya que la existencia de un comercio de armas indiscriminado es la que actualmente provoca muchos problemas. A pesar de existir desde 1945 varios acuerdos internacionales sobre derechos humanos, leyes humanitarias y de coexistencia pacífica, cuando se trata de comercio internacional de armamentos, la política y los beneficios económicos tienen prioridad sobre estos acuerdos. Aún, a sabiendas que la posible comercialización de armamentos contribuirá seriamente a violar estos principios, los países proceden sin considerar estos acuerdos. Aunque los causantes de las guerras, de crímenes en contra de la humanidad y de graves violaciones a los derechos humanos pueden ser juzgados, no existe un mecanismo internacional equivalente que les impida la adquisición de armas para estos efectos. Este es la razón por la cual el círculo vicioso del comercio de armas, conflictos y abusos, debe detenerse.

El siglo veinte estuvo marcado por conflictos y guerras. Espero que podamos tomar medidas para asegurar que este nuevo siglo se caracterice en cambio por la paz y el diálogo, condiciones indispensables para una coexistencia pacífica. Es normal que en cualquier sociedad existan conflictos y diferencias, pero debemos tener confianza que el diálogo y el apoyo de amigos son una alternativa válida a la violencia en todas nuestras relaciones humanas. El desafío del nuevo siglo es, sin dudas, encontrar caminos para alcanzar la cooperación internacional o, mejor aún, la cooperación entre comunidades donde la diversidad humana sea reconocida y donde los derechos de todos sean respetados.

Me ha conmovido recordar, a través de este libro “El Derecho a Vivir”, que aunque pudiéramos detener el comercio de armamentos y no existieran en el futuro conflictos armados, los efectos destructivos de las guerras que ya han ocurrido seguirán presente por un largo período. Los campos minados y desechos bélicos ensucian los lugares donde ha habido conflictos bélicos recientes, y continúan matando e hiriendo personas inocentes, muchos de los cuales son niños. Desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas llamara a los primeros diez años del siglo veintiuno la Década de la Cultura de Paz y Abstención de la Violencia para los Niños del Mundo, es necesario enfocar los esfuerzos en restaurar la dignidad y esperanza en las vidas de los jóvenes victimas de las minas antipersonales y otras armas terribles.

Es particularmente importante fomentar el espíritu de éstos niños a través de una constante demostración de amor y cariño compasivo. Me sorprende ver como a menudo fallamos en darnos cuenta que lo que la gente necesita en forma desesperada, es el cariño humano. Si falta el calor humano y el sentido de lo que vale esa persona, cualquier otra forma de tratamiento será menos efectiva. Por el contrario, la gente responde al cariño incluso cuando los procedimientos médicos le son adversos. Creo fervientemente que ayudar a otros en lo que uno pueda según sus necesidades es la verdadera expresión de compasión. Aunque las circunstancias no son las mismas, he visto ejemplos en comunidades en India, donde yo vivo, que me han convencido que con entusiasmo y una adecuada organización, incluso la gente con discapacidades vitales puede tener dignidad y llegar a ser reconocidos como miembros productivos de la sociedad.

El Grupo de Sobrevivientes de Minas Antipersonales y Municiones sin Estallar de las Américas (GSMMA.org), está desarrollando una excelente labor al llamar la atención sobre la necesidad urgente de desarmarse, de destruir los almacenamientos de armas, y de apoyar a las víctimas. Yo ofrezco mis oraciones esperando que los gobiernos y profesionales médicos y de las ciencias sociales responderán pronto y en forma positiva para que medidas necesarias y apropiadas se implementen a la brevedad.


Julio 9 de 2004.

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